Si hay proyectos comunes, las nacionalidades no dividen a las feministas, dice la académica
Hay que desenmascarar la violencia contra las mujeres para combatirla: Jules Falquet
JORGE GÓMEZ NAREDO
http://www.lajornadajalisco.com.mx/2010/02/01/index.php?section=cultura&article=012n1cul
En opinión de Jules Falquet, para que una mujer pueda resistir a la violencia, es necesario hablar de ella, desenmascararla en toda su profundidad y sus múltiples dimensiones, no ocultarla, no hacerla invisible. Lo mejor sería combatir la violencia directamente, e_SDLqno esperar que el policía nos venga a defender, porque muchas veces en lugar de defendernos nos agrede, más si somos indígenas o pobre.
En opinión de Jules Falquet, para que una mujer pueda resistir a la violencia, es necesario hablar de ella, desenmascararla en toda su profundidad y sus múltiples dimensiones, no ocultarla, no hacerla invisible. Lo mejor sería combatir la violencia directamente, e_SDLqno esperar que el policía nos venga a defender, porque muchas veces en lugar de defendernos nos agrede, más si somos indígenas o pobre.
Jules Falquet es estudiosa de los movimientos sociales y de las mujeres. Y es también feminista. Se dedica a la academia (en la Universidad de París) al igual que a la lucha y al activismo, y de vez en cuando, a la literatura (publicó en francés y español una novela titulada Izta, el cruce de los caminos). Pugna por la erradicación de las desigualdades sociales que abundan por todo el planeta. Ha andado por Centroamérica y por otras partes del mundo: siempre mirando la situación de las mujeres. Sus estudios y reflexiones unen varios temas: la violencia contra las mujeres, la tortura y la represión, las clases sociales, el estado, la economía, etcétera. Está de visita en Guadalajara para dar una cátedra en el Paraninfo de la Universidad de Guadalajara, invitada por el Centro de Estudios de Género de dicha institución.
En épocas donde gobiernos de distintos signos ideológicos hablan de equidad de género, prometen políticas públicas a favor de las mujeres y utilizan discursos de “igualdad de género” para obtener votos y puestos de representación popular, vale la pena pensar la situación real de las mujeres en México y en América Latina. Jules Falquet, sin duda, es una voz que conoce de cerca esta situación y la ha estudiado. En entrevista con La Jornada Jalisco, aborda varios temas, entre ellos el feminismo y los distintos tipos de violencia.
–¿Cómo observa la situación de las mujeres en América Latina?
–Hay una diversidad tanto de país a país como de mujeres a mujeres dentro de los mismos países. No es igual si se es indígena y pobre, a si se es mestiza o blanca y menos pobre, si se es afro, joven, vieja, lesbiana, heterosexual, bisexual, etcétera. Hay mucha diversidad. Yo pienso que en algunos aspectos hay demasiada opresión y explotación: por ejemplo, esto es cierto si hablamos de las mujeres campesinas o de las mujeres en la maquila. Pero también veo que hay mucha organización, mucho movimiento. Hay acciones concretas de resistencia. Así pues, yo diría que, aunque haya mucha opresión y explotación, también hay mucha lucha. El balance global lo observo bastante positivo. Incluso se puede decir que es más positivo que en Europa. América Latina me ha inspirado, y ello gracias a los análisis y a las luchas de las mujeres de aquí.
–El que mujeres gobiernen países como Argentina (Cristina Fernández) o Chile (Michelle Bachelet), ¿indica una mayor equidad de género en América Latina o son casos aislados?
–Pienso que son casos aislados. A mí no me importa que sea un hombre o una mujer la que gobierne, lo que me importan son sus ideas y cómo las aplica. Una mujer como Margaret Tatcher no me sirve. Me sirve una mujer que sí aplique cosas a favor de las mujeres y que no practique políticas racistas. Por ejemplo, Bachelet tuvo políticas en contra de la gente mapuche. Es mujer, pero hasta ahí: no más. Es lo mismo para aspectos de raza o clase: Benito Juárez era indígena ¿y que fuera presidente mejoró la situación de la gente indígena en México? No es tanto el sexo, la raza o la clase, sino la perspectiva política que posee la persona en el poder.
–¿Cómo puede mejorar la situación de las mujeres?, ¿a partir de su organización y movilización?, ¿o a través de influir en las políticas públicas que pretenden la equidad de género?
–Yo pienso que hay muchos caminos para las luchas. Y que siempre hay que luchar en varios ámbitos a la vez. Ahora bien, yo no quiero equidad de género, más bien pretendo que desaparezca el patriarcado. Y eso quiere decir que desaparezca la división sexual del trabajo, y que desaparezcan hasta las categorías de hombre y mujer. Yo estoy buscando algo mucho más profundo que la equidad de género (que ni entiendo qué quieren decir con eso). Y también algo fundamental para las mujeres: que se dé el acceso a los recursos, a un trabajo digno, a la igualdad salarial, a la tierra, al agua, ¡a todos los recursos! Que no sigamos dependiendo de los hombres para poder comer y pagar la renta todos los días.
¿Y cómo se pueden cambiar las cosas? En la conciencia de cada mujer y cada hombre: que abramos los ojos, que recuperemos como mujeres la autoestima individual y colectiva, y los hombres se cuestionen sobre su papel, que tampoco es necesariamente cómodo, aunque tengan muchos privilegios. Yo creo que el cambio se tiene que dar en ese nivel, no individual, pero sí personal y desde adentro, para que también se pueda dar en otros planos más colectivos.
–El movimiento feminista, ¿ha perdido elementos revolucionarios? ¿Se ha domesticado?
–Pienso que sí se ha domesticado, y no es al único movimiento al que le ha pasado eso. Las instituciones internacionales tienen un montón de estrategias para domesticar a los diferentes movimientos sociales. Una de esas estrategias, por ejemplo, nos va metiendo a luchas por “los derechos”, que por un lado son indispensables, pero por otro lado nos entretienen y nos obligan a una profesionalización, cuando en realidad lo que necesitamos es poder luchar sin ser grandes especialistas. Somos especialistas de nuestras vidas, y de las vidas de quienes conocemos y nos rodean. Así pues, estas instituciones van encauzando los movimientos sociales hacia luchas que sí pueden manejar y que quedan dentro del sistema político tal como está establecido. Yo creo que si queremos cambios verdaderos, hay que ver cómo salimos de esas lógicas políticas ya establecidas: para llevar la política a otros ámbitos.
–¿Se puede hablar de un movimiento feminista mundial o de muchos movimientos feminismos nacionales?
–Las nacionalidades no dividen a las feministas. No estamos partiendo de identidades, no importa tanto si una es de Ghana, otra de Francia y otra de México. Lo importante son los proyectos de lucha. Yo puedo estar muy de acuerdo con una mujer de Ghana, si las dos estamos luchando en contra, por ejemplo, de la ocupación militar con una perspectiva feminista, o en contra de la violencia contra las mujeres: voy a estar más de acuerdo que con esa mujer de Ghana que con una del gobierno de Sarkozy.
Nos conviene a las feministas, como a los demás movimientos sociales, hacer alianzas internacionales o trasnacionales, porque lo que viene en contra nuestra también es internacional o trasnacional. No sólo podemos sino que debemos ver cómo vamos convergiendo y definiendo problemas comunes. Esas alianzas necesitan ser alianzas equitativas, no que yo diga y todas las demás me obedezcan. Eso pasa muchas veces, y hay que erradicarlo. Las alianzas no deben significar que alguien mande y alguien obedezca.
–¿Cómo defines a la violencia contra las mujeres?
–Es violencia física, sexual y psicológica. Ésa violencia ya abarcan bastante. Después viene la violencia económica. Ésta impide a las mujeres tener acceso a ciertos recursos económicos. Todo está muy bien entramado, muy bien armado. Un ejemplo ilustrará esto: El Salvador es un país pequeño, donde se luchó por la reforma agraria, en realidad todo el proceso revolucionario era para lograr acceso a la tierra. Terminó la guerra, hubo desmovilización y acuerdos de paz. Y en éstos se previó la entrega de tierra a los revolucionarios, un tercio de los cuales eran mujeres. A los ex revolucionarios se les olvidó decirles a las mujeres ex combatientes que podían ponerse en las listas para la entrega de tierra. Quisieron justificar esto diciendo que no lo hicieron “porque las mujeres que quieren cultivar la tierra son lesbianas”. Una mentira, pues las mujeres que querían tierras eran campesinas. Así pues, usaron el espantapájaros de que son lesbianas para quitarles el acceso a la tierra. Ahí se ve cómo la violencia económica y la violencia contra las mujeres están íntimamente vinculadas.
–¿Cómo las mujeres pueden resistir a la violencia?
–Un elemento es hablarla: hablar plenamente de la violencia. Y desenmascararla en toda su profundidad y sus múltiples dimensiones. No ocultarla. No hacerla invisible. Un ejemplo: en Francia la ley define a la violación de manera bastante extensa. Cuando le preguntas a una mujer que ha sufrido una agresión sexual si lo considera violación, ella te describe todo y te dice: “pero realmente no fue violación”. Y por ley, eso sufrido, sí es violación, pero ella misma lo minimiza. Por eso se necesita hacer un esfuerzo por no minimizar esa violencia y sí reconocerla en su magnitud.
También se resiste a la violencia con la discusión colectiva y la organización. Yo pienso que lo mejor es combatir la violencia directamente. No esperar que el policía nos venga a defender, porque muchas veces en lugar de defendernos nos agrede, más si somos indígenas o pobres. Tomar medidas concretas, colectivas, para defenderse de la violencia. Así pues, parte de esa defensa es tomar consciencia de que no hay derecho a la violencia, que esa violencia no es natural y que tenemos derecho a resistirla. Sencillamente, que no deben agredirnos.
–En México, Felipe Calderón declaró una “guerra contra el narcotráfico”. Ésta, desde que se inició, ha hecho cotidiana la violencia. ¿Qué opina de esta violencia (ejercida por el narcotráfico y por el Ejército) y de su relación o influencia en la violencia contra las mujeres?
–Con esta violencia que ahora se da en México tal vez los hombres pueden sentir lo que sienten las mujeres, no del todo pero sí en el sentido de estar expuestos todo el tiempo a la violencia. Esta militarización coloca a todos los hombres de la población civil, los que no andan armados, en una posición parecida, no igual pero sí parecida, a la posición en que las mujeres están toda la vida desde que se pueden acordar.
El contexto violento posibilita más actos de violencia. La falta de sensibilidad ante la violencia (las muertes que todos los días anuncian los medios de comunicación) desensibiliza y agravan otras formas de violencia. Y ni se diga la circulación de armas: entre más armas existan (casi siempre en manos de hombres), más amenaza podemos sentir. Por ejemplo, en la calle me dicen “eh, bonita”, pues yo me volteo y grito. Pero si la persona anda armada, pues ya no es tan chévere ¿no? Todos esos elementos influyen y de una u otra manera aumentan la violencia en contra de las mujeres. Yo estoy espantada con la violencia que se da en México.
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