martes, 25 de mayo de 2010

¿Es lo Queer un concepto político?


A propósito de la autora del concepto Teoría Queer.

Norma Mogrovejo

En su Conferencia “Teoría queer, 20 años después. Sexualidad y política”, en el marco del I Seminario Internacional sobre Diversidad Sexual e Igualdad Social, llevada a cabo en la Ciudad de México, Teresa de Lauretis, nos guió por el recorrido histórico de la Teoría Queer. En su disertación, Lauretis nos reveló las expectativas que tuvo al elaborar el concepto Teoría Queer en 1990, a propósito de una Conferencia: una manera distinta de pensar lo sexual y la interrelación con otras categorías como raza o etnicidad y los silencios en torno a las relaciones interraciales o interétnicas. Sus esperanzas estaban centradas en la construcción de otro horizonte discursivo, otra manera de pensar lo sexual, así como las apuestas en lo político. Con un tono un tanto triste manifestó que entonces todavía imaginaba las prácticas teóricas y prácticas políticas como compatibles, sin embargo, teniendo en cuenta la evolución actual de la Teoría Queer, ya no está segura y afirmó que el diálogo que esperaba no se produjo.

La crítica que Lauretis hace de la teoría Queer, cobra mayor énfasis en 1994, cuando se retracta, renunciando al término por haberse convertido en un elemento comercial y vacío. [1]

En su análisis, explica que las identidades sexuales no normativas, conocidas como LGTBI han privilegiado la identidad social de género sobre lo sexual. La sexualidad entendida en el sentido freudiano como la co-presencia de pulsiones en conflicto en la psique individual por su carácter obstinado y a menudo destructivo y las dificultades que eso causa tanto en el individuo como en lo social. Es así que lo queer desplazó lo sexual al presentarse como inclusivo, democrático, multicultural y de múltiples especies, al buscar reconocimiento social. Lauretis nos dice, hoy tenemos identidades LGBTIQ pero todavía nos enfrentamos con el hecho de que la cuestión política de las identidades sexuales, especialmente aquellas estigmatizadas como parafilias o trastornos de la identidad se encallan en lo sexual.

Laplanch plantea que el desplazamiento de la cuestión de la identidad sexual a la identidad de género en los discursos actuales, podría ser un signo de represión sexual, la represión de la sexualidad infantil y su sustitución por el género como la categoría más aceptable para los adultos y su auto entendimiento.

Lauretis desafía a los seguidores de la Teoría Queer instándolos a usar el concepto de manera más inclusiva, abarcando los ámbitos de la sexualidad que han sido estigmatizados por los discursos médico y legal bajo la denominación de parafilias, de otro modo, nos dice, el concepto carecería de sentido contestatario.

Con el psicoanálisis, la Teoría Queer podría ampliar su gama de preocupaciones a todas las formas de comportamiento sexual, para entender sus condiciones de posibilidad. No podemos ignorar los aspectos compulsivos, perversos e ingobernables de la sexualidad que nos confrontan en la esfera pública, en la familia y con nosotros mismos. El problema es cómo plantear una sociabilidad queer de vínculos afectivos y al mismo tiempo de impulsos contra sociales; en términos freudianos, la convivencia de Eros y Tanatos, lo positivo y lo negativo, la vida y la muerte.

Lauretis manifiesta que mientras la identidad de género se forma a nivel conciente y pre conciente, la identidad sexual se forma a nivel inconciente. El género es asignado por los padres y los médicos a menudo antes del nacimiento. Social y legalmente se asigna bajo el fundamento de la dicotomía sexual o la percepción que los adultos tienen de la visibilidad del genital externo y sus fantasías concientes e inconcientes. La identidad sexual por su lado, se encarna en el cuerpo físico. La sexualidad es un efecto de la seducción de los adultos a los infantes, a través de los cuidados necesarios que se transmiten como mensajes enigmáticos que están imbuidos de las fantasías sexuales también concientes e inconcientes. Formando, así, el primer núcleo del inconciente del niño/a. Cuando crece, los mensajes permanecen en el aparato psíquico del individuo como excitaciones y placeres del cuerpo y se reactivan en la sexualidad adulta a veces bajo formas vergonzosas o inaceptables. De esto provienen los conflictos morales o neuróticos de la sexualidad.

Tanto la institución social sexo/género como el concepto psicoanalítico del complejo de castración, tienen el efecto de reprimir la sexualidad (que fue el descubrimiento de Freud) perversa y polimorfa, que es oral, anal, paragenital, no reproductiva, que precede a la percepción de sexo y las preferencias de género, y es incontenible, porque es inconciente, fuera del ámbito del yo y sin embargo capaz de ser reactivada. Lo sexual, excluido por el vínculo social, se mantiene dentro de lo social como un exceso indomable e incontenible, una fuerza de conflicto, desligamiento y desagregación, éste es su lado negativo.

El malestar de la civilización tal como lo veía Freud, consiste en una paradoja fundamental, las instituciones de la sociedad civil, la familia, la educación secular y la religión tienen el propósito de frenar o contener lo sexual y canalizarlo hacia el vínculo social y el bien común. La negatividad inherente en esta visión de la sociedad humana está en conflicto con la política de las identidades, de hecho con cualquier política, si entendemos por política una acción destinada a conseguir objetivos de bien común.

El conflicto entre sexualidad y política, nos dice Lauretis, es el núcleo de lo que he llamado los equívocos del género, la confusión entre género y sexualidad, creo que este mismo conflicto permea el debate actual sobre la política antisocial de la Teoría Queer. Concepto asociado al polémico libro de Lee Edelman “No futuro”, en el que asocian la Teoría Queer a la pulsión de muerte. Edelman propone la Teoría Queer como una postura ética en contra del futurismo reproductivo de la sociedad actual, sobre todo los homosexuales que no se reproducen, representados en la cultura como narcisistas, antisociales y portadores de muerte. No futuro, insta a las personas queer a rechazar el orden social heteronormado en el que la violencia y el asesinato se llevan a cabo en nombre de ese orden y de forma desafiante insta a abrazar una identificació n con la pulsión de muerte como figura del desmontaje de la identidad individual y de este orden social de si misma. Para Edelman lo Queer, nombra la negatividad de la pulsión, lo antisocial que está en la sexualidad.

La política no es negativa, afirma Lauretis, sino positiva en su esencia y más aún cuando es de oposición. La confrontación política o el antagonismo es cualquier cosa menos antisocial, es constitutiva de la sociedad democrática. Lo que si es, antisocial o contra social es la sexualidad de principio de placer y sobre todo la pulsión de muerte. Es así que Laurertis retoma la pregunta de Habersman: ¿puede uno identificar una trayectoria política en un proyecto radicalmente no teleológico? Una pregunta que nos replantea el futuro de la Teoría Queer. ¿Tiene futuro la Teoría Queer?

Tanto escéptica como diplomática, Lauretis afirma que en la medida en que es teoría, es decir una visión conceptual, una visión crítica o especulativa del lugar de la sexualidad en lo social, la Teoría Queer no es un mapa o una programa de acción política, lo cual no quiere decir que una política queer no teleológica no pueda existir, sino que se necesita un tipo de traducción de una a otra desde la acepción de la teoría o la filosofía a la acción concreta de la política. Ella afirmó no tener tal traducción, sin embargo sugirió que la teoría marxista tuvo un excelente traductor en Gamsci que concretizó adecuadamente conceptos como modo de producción para una coyuntura determinada. Así, abrió si no la puerta, tal vez una ventanita a quién se atreviera a traducir de manera política, una teoría que todavía sigue en niveles de especulación.

Ante tal panorama, me pregunto, ¿son las lesbianas parte constitutiva de lo queer? ¿Tendremos que preocuparnos también por integrar esas expresiones laberínticas de lo sexual para dar un sentido contestatario a nuestra lucha?

Encuentro la respuesta en su maravilloso texto: “Sujetos excéntricos: la teoría feminista y la conciencia histórica”, y en una amable conversación, donde al igual que otras autoras, afirma:

"lesbiana" no alude a una mujer individual con una "preferencia sexual" particular o un sujeto social con una prioridad simplemente "política", sino un sujeto excéntrico, constituido en un proceso de lucha y de interpretació n, de reescritura del propio yo, en relación a una nueva comprensión de la comunidad, de la historia y de la cultura. Es decir, un concepto teórico y al mismo tiempo, una postura eminentemente política, un posicionamiento frente al patriarcado, la heterosexualidad obligatoria, el racismo, el clasismo y el neoliberalismo.


[1] Ceballos, Alfonso. “Teoría rarita” pg.170, en Córdova, David; Sáez Javier y Vidarte, Paco; Teoría queer. Políticas bolleras, maricas, trans, mestizas. Barcelona, Egales 2005.

1 comentario:

Richard Miskolci dijo...
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