jueves, 26 de mayo de 2011

PLusvalía emocional


¡¡ESTAMOS HARTAS DE LA EXPLOTACIÓN DOMÉSTICA!!


Por PLUSVALÍA EMOCIONAL, entendemos junto a Victoria Sedón de León, 2001: “Pero lo peor es nuestra dependencia emocional de los hombres y de los hijos. Nos sentimos obligadas, sin saberlo, a sacrificar nuestras vidas a los demás, a otorgar todo nuestro amor a costa de no amarnos a nosotras mismas. Es lo que Anna Jónasdottir denomina como ‘plusvalía emocional’: Es altamente probable que el hombre se apropie de una cantidad desproporcionadamente grande de los cuidados y el amor de la mujer, tanto directamente como a través de los hijos. Es como una alineación de nosotras mismas en aras del amor, y tanto éste como el poder dar vida son los dos bienes disponibles que el hombre utiliza de forma individual y colectiva para seguir dominando a las mujeres; bienes que son totalmente insustituibles en el proceso productivo y por tanto determinantes en última instancia. Precisamente de ese amor y cuidado que dedicamos a los hombres es de donde ellos sacan la autoridad y la seguridad que necesitan para seguir ejerciendo el poder.

Si el capital es la acumulación de trabajo alienado, la autoridad masculina es la acumulación de amor alienado, añade la autora antes citada. Y más: Pues bien, en la relación entre los sexos, la explotación consiste, no sólo en la apropiación del trabajo doméstico de las mujeres, sino también en la apropiación de su dedicación emocional. Este es nuestro tercer reto. No basta con que las mujeres tengamos una independencia económica y profesional en el ámbito de lo público; no basta con que los hombres compartan el trabajo doméstico; es necesario que nosotras tengamos una independencia en el terreno de la privacidad individual en la que no ejerzamos de madres ni de esposas ni de amantes, sino de mujeres emocionalmente evolucionadas dedicadas también a nuestras necesidades, proyectos y deseos personales. Nuestro exceso de responsabilidad respecto de los otros actúa desproporcionadamente en contra de nosotras mismas. Y esto se traduce en una somatización preocupante de síntomas sin nombre que no sabemos de dónde vienen ni qué significan. Por cada hombre que sufre afecciones psicosomáticas, existen noventa mujeres que las padecen. El cuerpo habla y se rebela porque el inconsciente se manifiesta principalmente en el cuerpo”.

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